Los Valores y la Salud

Los valores, no sólo inciden en la calidad de nuestra convivencia con otras personas, también tienen un alto impacto en nuestra salud y en general en la armonía de nuestra vida.

Los humanos irradiamos energía electromagnética, es por eso que nos pueden hacer electrocardiogramas, electroencefalogramas y otros diagnósticos de resonancia magnética.  Cuando faltamos a los valores, por ejemplo, cuando decimos una mentira, se produce una especie de descarga energética que impacta directamente en nuestro cuerpo y nuestra área vital, los ambientes en los que nos desenvolvemos. 

Al mentir, hay una incoherencia entre lo que pensamos, lo que decimos y lo que hacemos y nuestra conciencia, que actúa como un sistema de alerta, lo detecta. La mentira llega al alma y distorsiona el cuerpo, es por eso que una persona que miente sistemáticamente termina manifestando dolencias físicas.

En un sentido inverso, las alteraciones de  salud son una evidencia de que hay valores desajustados, puede ser por exceso o por defecto, porque los valores también tienen escalas particulares, cada cual sabe cual es su medida de bondad o responsabilidad según el bienestar o el malestar que experimente. 

En consecuencia, no basta con querer ser bueno, ante todo es urgente saber discernir y entender de manera consciente el valor de la bondad o cualquier otro valor derivado.

Si quieres tener buena salud física, mental y emocional, y deseas que tu campo energético sea transparente, comprométete contigo mismo a actuar con valores, que equivale a decir la verdad, a asumir tus responsabilidades, a prestar ayuda al que te lo pide, a respetar la dignidad y los bienes de los demás, a colaborar, a actuar con humildad y muchas otras acciones que reflejan en últimas tu grado de amor por el prójimo, principio y fin de todos los valores humanos. 

La ruta de la felicidad

Los valores están directamente relacionados con la felicidad; nada se compara con la satisfacción de hacer el bien, de ayudar, de guardar un secreto, de colaborar en un proyecto, de crear algo útil; así no recibamos aplausos, adentro, el corazón late de orgullo por nosotros mismos. 

De igual forma, cuando actuamos de manera incorrecta, la conciencia funciona como un antivirus que nos dice una y otra vez los errores que estamos cometiendo y nos dispara alarmas para que los corrijamos. Lo que pasa es que no tenemos la suficiente Educación Emocional para asumir errores, no sabemos cómo pedir disculpas o nos creemos más vivos que los demás y pensamos que no se dieron cuenta. También puede pasar que no nos importe, que la soberbia nos domine y en vez de corregir, persistamos en el error.

La conciencia entonces le delega la tarea al inconsciente, a ese otro nivel que ya no percibimos dentro de nuestra realidad y empieza a manifestarse en la materia; llegan las enfermedades, las dificultades, las adversidades. Todo por no admitir que nos estamos equivocando y que no atendimos el semáforo en amarillo.

Por soberbia o por descuido, vamos echando al inconsciente esos errores, esas conductas inapropiadas que lastimaron a alguien o que dañaron la propiedad de alguien; tarde o temprano, en este mundo energético, esa mala vibración de desajuste se expresa, la mayoría de las veces con ira, con nerviosismo y hasta con abuso hacia los demás.

Cuando faltamos a la verdad, cuando fabricamos falsos relatos, cuando no reconocemos la verdad ajena, cuando dañamos a otro, la herida la causamos adentro y empezamos a cavar un hueco profundo y oscuro del que sólo podemos salir admitiendo los errores con humildad y sincero propósito de enmienda.

El grave problema es que en ese proceso se nos atraviesan las creencias de toda índole, sean morales, religiosas, políticas y hasta económicas. "Si digo la verdad, pierdo el cliente", "Si admito la infidelidad, pierdo la pareja", "Si reconozco mi arrogancia, pierdo poder". 

La ruta más corta hacia la felicidad se traza a partir de la decisión consciente de vivir con valores. Y no sirven los sermones morales ni las amenazas, cada cual debe pasar por la experiencia de confrontarse a sí mismo, aunque en el intento muchos fracasen y saquen otra bandera como la enfermedad, porque el cuerpo termina exhibiendo lo que creíamos haber ocultado en el alma.

"La verdad os hará libres", claro que sí, el que dice la verdad no está prisionero de sus propias mentiras.

"El que nada debe nada teme", por supuesto, si uno no hizo nada con mala intención no tiene por qué esperar una venganza, puede haber más comprensión.

Vivir con valores es una determinación profunda que exige alta disciplina sobre todo para aprender a reconocer las alarmas de la conciencia a tiempo y obedecer al corazón; si algo te hace ruido por allá en el fondo de tu alma, detente, corrige la situación, no avances por ahí, intenta ir por la ruta de la transparencia y haz siempre lo que te dicte tu corazón porque ese diálogo es privado, así como te felicita también te persigue.

En cualquier momento puedes abandonar el camino de la mentira, el abuso, el engaño, el robo y emprender la ruta de la felicidad que se forja a partir de la verdad, el respeto, la sinceridad, la solidaridad, la comprensión. Se requiere fortaleza interior y ayuda divina, por eso es importante acompañar un proceso de restauración de valores de un despertar espiritual libre y genuino, para entender que lo que llamamos pecado es un virus interno que nos carcome y que el infierno no es un lugar al que vamos cuando morimos sino un mundo oscuro de confusión y conflicto que nosotros mismos labramos en ésta vida.

Si quieres te acompaño a trazar la ruta de tu felicidad y a restaurar los valores de tu alma. También diseño talleres y jornadas de restauración de valores humanos para colegios y empresas. Escríbeme a dulcinea.despierta@gmail.com