El valor de la felicidad

Ser feliz es un ideal y también un propósito; en el fondo todos queremos ser felices y de alguna manera todo lo que hacemos consciente o inconscientemente está orientado a buscar ese estado de plenitud, de armonía, de alegría.

Cada cual define su felicidad de acuerdo con su historia de vida y el momento particular en que se encuentra; la felicidad como propósito puede y debe actualizarse las veces que sea necesario.

Muchos factores influyen en la felicidad de una persona y son cambiantes; lo que ayer nos hacía felices, hoy ya no, porque la felicidad siempre es ese techo que le ponemos a nuestras metas y deseos, sean o no materiales. 

Es válido enfocar la felicidad en las cosas materiales, claro que si, somos seres tangibles que precisamos de cosas tangibles para vivir, entonces no es ningún pecado querer un auto, una casa, un yate, el problema es que eso sea lo único importante y se descuide el equilibrio entre lo material y lo espiritual, o lo que es más común, todo el interés se concentre en lo material y la vida gire alrededor de los objetos y no de las personas y los sentimientos.

La felicidad como estado de satisfacción, se basa en la capacidad de generar y sostener momentos de armonía, de alegría,  por eso es tan importante actualizar los sueños, re definir las metas, no quedarnos viviendo de la glorias del pasado, sino seguir forjando nuevas pequeñas conquistas materiales o inmateriales.

Para la mayoría de los seres humanos la felicidad es lo más valioso, por eso estamos dispuestos a hacer lo que sea por alcanzarla y nos entristecemos cuando perdemos la esperanza de obtenerla.

No obstante, la felicidad no es un destino, es un camino, una forma de andar disfrutando del viaje.

"Mi felicidad consiste 
en que sé apreciar lo que tengo 
y no deseo con exceso 
lo que no tengo"
León Tolstoi
1828 - 1910
Escritor ruso

¿Honestidad o Respeto?

Cada persona tiene su propia escala de valores; la ha desarrollado de manera inconsciente según su naturaleza, su forma particular de ser, la crianza que ha recibido y sus vivencias, que son únicas.

Además de tener un orden y una preferencia con respecto a los valores, cada cual hace uso de lo que necesita para sobrevivir emocionalmente. 

En una situación de peligro en la que hay que salvar la vida, probablemente se justifique mentir o agredir a otro, todo depende del momento.

Los valores no son cadenas de hierro sino delicados hilos con los que tejemos las relaciones y sostenemos nuestro destino.

Los valores deben ser flexibles pero no negociables, es decir, la honestidad no puede admitir medias verdades, pero una verdad puede ser guardada por respeto a otro. 

Entonces no basta con saber en qué consiste la honestidad o el respeto sino en tener la habilidad de saber cuál debe estar primero en determinada circunstancia.

Es absurdo pretender que un ser humano tenga todos los valores todo el tiempo y en su máximo rendimiento, cada uno tiene un valor más desarrollado que otro y hace uso del que cree oportuno.

Es por eso que juzgar no cabe en un proceso de iluminación o de despertar de conciencia, cada cual está en un momento propio de evolución y los demás también.

No obstante, los valores tiene una ruta, una secuencia, y en realidad si tuviéramos incorporada la bondad, los demás vendrían solos. Con la sola intención y el compromiso de hacer el bien seria suficiente entonces para actuar con respeto y con honestidad.

Si nos dieran a elegir entre la verdad o el buen trato, me atrevo a afirmar que la opción sería ser bien tratados y después que venga todo lo demás.

De ahí la importancia de mantener la atención en tratar bien al otro, en escuchar, en no actuar con violencia, para que puedan manifestarse otros valores.

Aún la verdad más cruda y más amarga puede ser mejor digerida si estamos en una vibración de paz, de entendimiento.

Para llegar al respeto hay que pasar por la humildad; admitir que somos iguales aunque nuestros pensamientos y emociones sean distintos, y abrir el espacio para todos.

Podemos resistir el vivir engañados pero no maltratados, así que si en algún momento se enfrentan la honestidad y el respeto, el respeto, puede ser la puerta que conduce a la verdad.


"La integridad de un hombre 
se mide por su conducta, 
no por sus profesiones".
Juvenal
Poeta romano
67 - 127



El valor de la verdad

"A nadie le gusta que le digan la verdad", dice la sabiduría popular, pero en el fondo no es cierto, siempre queremos la verdad y no toleramos el engaño, las mentiras ni la falsedad.

Conocer la verdad de una situación o de un sentimiento es una necesidad emocional del ser humano; necesitamos decir y saber la verdad para tener armonía interior.

El problema radica en la forma en que hemos aprendido a decir la verdad y a reconocer qué es la mentira. Esto que parece simple, en realidad es un proceso interno que compromete nuestra mente y nuestro corazón y requiere de muchas oportunidades para afinarlo.

Se nota cuando no decimos la verdad, los primeros en darse cuenta son nuestros padres o quienes nos acompañan a crecer; no obstante, las mentiras de la infancia no son perversas ni graves, son ensayos que hay que permitir con dulzura y paciencia.

Puede ser que aun diciendo la verdad no nos creyeron y hasta nos castigaron, no fue una buena experiencia decir la verdad y por eso la mayoría elige el camino de la mentira, creyendo que así protege su integridad emocional.

Saber qué es mentira y qué es verdad toma su tiempo; hasta que alcanzamos lo que llamamos "Conciencia", que podemos tenerla despierta para unas cosas pero no para otras. 

La mentira es una desarmonia, significa negar o alterar la realidad, aunque no siempre es tan premeditada como imaginamos ni tiene la mala intención que creemos.

Por lo general la justificación de las mentiras de los adultos es evitar un daño en el otro; pero el daño de todas formas se produce, porque cuando decimos mentiras liberamos un tipo de energía que es percibido por los demás. 

Quien vive en el engaño y la falsedad es una persona alterada emocionalmente porque gasta mucha energía en fabricar y mostrar una la realidad que no existe. 

Vivir en la verdad requiere mucha práctica y compromiso pero es fácil, consiste en no decir ni una sola mentira, ni grande ni chica.

Conviene recordar que cada cuál tiene un pedazo de la realidad y ese pedazo se convierte en su verdad; por eso hay escuchar con paciencia los otros puntos de vista y tenerlos en cuenta, si queremos una verdad relativamente completa. 

Las recompensas de vivir en la verdad son inmediatas y maravillosas, ante todo se obtiene armonía para el espíritu; y con el espíritu en armonía, logramos todo lo que nos proponemos. 

"En una época de engaño universal 
decir la verdad es un acto revolucionario".
George Orwell
Escritor británico
1903 - 1950

Erradicar el castigo

El camino menos indicado para enseñar valores a los niños es el "castigo". 

Por lo general, los niños no saben bien por qué los castigan, nadie se toma el tiempo de explicarles lo que han hecho mal y lo único que recuerdan es la violencia y la agresividad de los adultos.

Para los niños, la palabra castigo casi siempre viene asociada a una voz histérica, una mirada de odio y un tratamiento físico brusco; todo generado por un adulto fuera de control. 

Ningún error de un niño puede ser considerado como grave; aun si dañan cosas costosas, son los adultos los que tienen la responsabilidad de acercar o alejar del niño aquellos objetos que tanto se valoran. 

Los niños no obran de mala fe, casi siempre están pensando en jugar  y no tienen por qué saber el valor comercial de las cosas que los rodean, para ellos no hay diferencia entre un juguete o un objeto de lujo, las dos cosas les resultan atractivas para explorar sus propias habilidades y el mundo que los rodea. Tampoco tienen clara la noción entre mentira y verdad, justamente están aprendiendo a reconocer la diferencia.

Es muy importante que los adultos mantengan una observación atenta y amorosa sobre los niños, que se anticipen a situaciones en las que puede estar comprometida la bondad, el respeto o la sinceridad, y sepan elegir el discurso correcto y oportuno que deje una lección, no un castigo que deje dolor físico y emocional.

Ensayo y error, así aprendemos los seres humanos, y los valores no son la excepción. 

Hemos de dar muchas oportunidades a los niños si queremos que aprendan a decir la verdad, a no tomar lo ajeno, a cuidar los animales y los objetos y un sin número de capacidades que estamos en la obligación de acompañarles a desarrollar. También, a la hora de corregir a los niños, es fundamental considerar su edad, sus capacidades particulares y sus habilidades.

Si ante la primera mentira llega una reprimenda física, el niño no aprenderá el valor de decir la verdad y lo más probable es que siga mintiendo.  

Hablarles de la confianza, hacerles ver las consecuencias, restringir algo que el niño quiera o suspender algo que estaba planeado, son algunas formas de llevar a la reflexión, no hace falta golpear ni insultar.

Con niños menores de tres años, los discursos morales no tienen ningún efecto, además de no conocer el significado de la mayoría de las palabras que el adulto dice de manera desbordada, creerá que es un juego y eso hará enfurecer más al adulto.

"Mis padres me enseñaron la importancia de las personas
sobre los objetos materiales".
Randy Pausch
Informático estadounidense
1960 - 2008


Valores: asignatura pendiente

La asignatura pendiente en todo el sistema educativo mundial es VALORES, a pesar de que la palabra aparece en lugares privilegiados de las propuestas que ofrecen colegios y universidades.

No se entiende lo que son los valores y por lo tanto no es acertado el método para enseñarlos; la palabra valores sigue refundida entre creencias religiosas y juicios morales que padres y docentes intentan moldear como pueden.

Por ejemplo, cada cual tiene una definición para lo que es la honestidad, especialmente en un mundo en el que la "coima" o "comisión" es una práctica aprobada tácitamente tanto en el sector público como en el privado. 

Mucha gente no se conforma con el salario y siempre mira a ver cómo sacarle más ventaja a su posición, así sea de portero, para cobrarle peaje al que necesite pasar. Y el que no sabe cobrar coima o comisión, es un bobo, se priva de tener dinero extra, que a los ojos de los demás no tiene nada de malo. ¡Y como todos lo hacen, es bueno!

Si pudiéramos ver los valores como capacidades elevadas del ser humano, podríamos ofrecer muchas oportunidades para desarrollarlas, igual que la capacidad de escribir o leer, que toman tiempo y práctica. 

Así, la honestidad es la capacidad de no tomar lo ajeno, la sinceridad la capacidad de decir la verdad, el respeto, la capacidad de reconocer la dignidad del otro, en fin, cada valor supone una capacidad, que se puede ejercitar por medio del ensayo y el error.

De ahí la importancia de saber orientar a los niños cuando dicen mentiras o cuando dañan algo; si el adulto pudiera controlar sus emociones, éstos episodios serían oportunidades para dar lecciones sobre el valor de la verdad y la responsabilidad.  

La dificultad para enseñar valores también pasa por el desbordado amor por el dinero que lo ha puesto en el primer lugar de todo.

Si el amor fuera lo más importante para las personas, los valores resaltarían solos; porque cuando se ama se respeta, cuando se ama no se miente, cuando se ama no se engaña y en general, cuando se ama, se mantiene una postura ética.

Tal vez podemos dedicarnos a entender mejor el amor, el mejor método para transmitir valores. 

"Me lo contaron y lo olvidé, 
lo vi y lo entendí, 
lo hice y lo aprendí"
Confucio
Filósofo chino
551 AC - 478 AC