Ser observados



Así como cualquier experimento se afecta por el ojo del científico, los seres humanos nos transformamos según quién nos observa.

Resulta muy difícil desprendernos de la mirada ajena y ese es el punto crítico de los valores, porque el ser humano ante todo es una  criatura social que necesita de los demás para sobrevivir.

Aquellas personas que dicen que lo han logrado todo por su cuenta, claramente aún no son conscientes de que sobreviven gracias a un delicado engranaje en el que por todas partes está el trabajo y la dedicación de otros.

Tener agua, luz y otros servicios en casa sólo es posible gracias a que alguien en algún lado trabaja para nosotros, así reneguemos del costo, hay alguien al otro lado operando alguna máquina para que nosotros estemos disfrutando de algún servicio. 

Salir a la calle y poder transportarnos, bien, regular o mal, sólo es posible porque hay otros que trabajan para darnos combustible o manejar directamente un bus, un auto o un tren.

Por lo tanto, creer que estamos solos representa ya una falta de conciencia del mundo en el que estamos. Y no sólo estamos acompañados sino que estamos permanentemente observados, lo que dispara en nosotros otros sentimientos.

El niño actúa distinto cuando es observado y la mayoría de las veces solo busca reconocimiento, que alguien advierta que está ahí. En la etapa adulta sucede lo mismo pero el ego y el orgullo nos impide reconocerlo. 

El desequilibrio comienza cuando no reconocemos el valor de los demás o cuando le damos un valor exagerado, actuando para satisfacción de otros y no según lo dicte nuestro corazón.

Estar observados nos hace cambiar nuestro comportamiento pero los verdaderos valores son aquellos que mantenemos sin ser vistos, para satisfacción propia, para cultivar en nosotros lo que consideramos importante.

Actuar con honestidad o con generosidad sin ser vistos requiere de mucho trabajo interior pero constituye un camino cierto hacia la evolución.


"Si no tienes la libertad interior, 
¿que otra cosa esperas tener?
Arturo Graf
Escritor y poeta italiano
1848 - 1913








¿Para qué ser buenos?



La promesa de ir al cielo ya no parece atractiva para mucha gente; en el fondo ha prosperado la idea materialista de que se vive una sola vez y entonces hay que sobrevivir como sea, incluso pisando a los demás. 

La cultura del vivo parece imponerse en un mundo altamente competitivo e inescrupuloso y resulta muy complejo darle a alguien una razón contundente para ser bueno, si lo que interpreta es que eso significa ser tonto.

Los malos se hacen famosos, tienen poder y prestigio y de lejos parece que la pasan bien o al menos mejor que la inmensa mayoría.

¿Cuál es el argumento válido para decirle a un chico que hay que ser buena persona? En principio este es un concepto que se debe desarrollar a largo plazo y desde la más tierna edad pero sin las tradicionales manipulaciones como "Mamá o Papá no te quieren", "Mamá o Papá te van a castigar", es "Feo lo que haces" y sin perder el control para pasar a la violencia aplicando castigos físicos que lo único que siembran es terror y resentimiento.


Una vez más el ejemplo es la vía más clara para que niños y adolescentes tengan como costumbre tratar bien a otros sin necesidad de entrar en largos discursos morales que no van a atender ni entender.

Paralelo al ejemplo es indispensable transmitir el concepto de "causa y efecto"; "Si haces esto puede pasar aquello", sin entrar a descalificar o rotular a la persona sino a sus actos. Se vuelve urgente hacer que se tome conciencia desde muy pequeños de que todo lo que hacemos bueno o malo tiene consecuencias reales, no morales ni religiosas, que son rutas poco atractivas y de difícil asimilación para niños y jóvenes, especialmente en un época en la que por suerte se habla de Espiritualidad y de Educación Ciudadana.

Antiguamente nos trataban de convencer con argumentos que podían llegar a ser válidos cuando la religión y la moral tenían un lugar importante en nuestra cultura; en ese nivel tenemos frases como "Agradar a Dios", "Agradar a papá y mamá", "Merecer el amor de papá y mamá", "Que van a pensar de ti", y el incomprendido mensaje de "Ir al cielo".

Lo anterior choca con las contemporáneas pautas de crianza basadas en el respeto y la libertad, especialmente la libertad de conciencia, que uno pueda creer en lo que le resuene, no en lo que le impongan y que no trate de comprar amor y menos el de los padres.

Ser bueno te hace feliz, porque no vas a tener remordimientos, esos sentimientos de culpa y arrepentimiento que aparecen cuando sabes que has obrado mal.

Ser bueno te va a permitir dormir tranquilo, sin sobresaltos, sin esperar algún castigo, que de todas formas está grabado en lo profundo del inconsciente.

Ser bueno te traerá satisafcciones, especialmente en tu corazón, allí donde no te puedes engañar y tienes guardadas las acciones que hacen que te ames o te odies.

Ser bueno es una decisión personal que se asume cuando tenemos conciencia y voluntad para elegir en cada momento de la vida, depende de la evolución y las circunstancias de cada uno.

Adicionalmente, las recompensas por ser bueno si existen, simplemente llegan lento y en el momento menos pensado, porque el universo no se queda con nada y tarde o temprano nos devuelve lo que dimos.


"Jamás es perdido el bien que se hace"
Fenelón
Escritor y teólogo francés
1651 - 1715