Erradicar el castigo

El camino menos indicado para enseñar valores a los niños es el "castigo". 

Por lo general, los niños no saben bien por qué los castigan, nadie se toma el tiempo de explicarles lo que han hecho mal y lo único que recuerdan es la violencia y la agresividad de los adultos.

Para los niños, la palabra castigo casi siempre viene asociada a una voz histérica, una mirada de odio y un tratamiento físico brusco; todo generado por un adulto fuera de control. 

Ningún error de un niño puede ser considerado como grave; aun si dañan cosas costosas, son los adultos los que tienen la responsabilidad de acercar o alejar del niño aquellos objetos que tanto se valoran. 

Los niños no obran de mala fe, casi siempre están pensando en jugar  y no tienen por qué saber el valor comercial de las cosas que los rodean, para ellos no hay diferencia entre un juguete o un objeto de lujo, las dos cosas les resultan atractivas para explorar sus propias habilidades y el mundo que los rodea. Tampoco tienen clara la noción entre mentira y verdad, justamente están aprendiendo a reconocer la diferencia.

Es muy importante que los adultos mantengan una observación atenta y amorosa sobre los niños, que se anticipen a situaciones en las que puede estar comprometida la bondad, el respeto o la sinceridad, y sepan elegir el discurso correcto y oportuno que deje una lección, no un castigo que deje dolor físico y emocional.

Ensayo y error, así aprendemos los seres humanos, y los valores no son la excepción. 

Hemos de dar muchas oportunidades a los niños si queremos que aprendan a decir la verdad, a no tomar lo ajeno, a cuidar los animales y los objetos y un sin número de capacidades que estamos en la obligación de acompañarles a desarrollar. También, a la hora de corregir a los niños, es fundamental considerar su edad, sus capacidades particulares y sus habilidades.

Si ante la primera mentira llega una reprimenda física, el niño no aprenderá el valor de decir la verdad y lo más probable es que siga mintiendo.  

Hablarles de la confianza, hacerles ver las consecuencias, restringir algo que el niño quiera o suspender algo que estaba planeado, son algunas formas de llevar a la reflexión, no hace falta golpear ni insultar.

Con niños menores de tres años, los discursos morales no tienen ningún efecto, además de no conocer el significado de la mayoría de las palabras que el adulto dice de manera desbordada, creerá que es un juego y eso hará enfurecer más al adulto.

"Mis padres me enseñaron la importancia de las personas
sobre los objetos materiales".
Randy Pausch
Informático estadounidense
1960 - 2008