martes, 4 de noviembre de 2014

Perseverar, perseverar y perseverar.

La Naturaleza nos enseña que todo tiene un proceso, que las cosas no surgen de la noche a la mañana, que para obtener frutos se necesita tierra, semillas, agua, sol, esperanza y sobre todo perseverancia, que es una mezcla entre la esperanza, la templanza y el esfuerzo.

Esperanza para dibujar en la mente los sueños; templanza para impedir que los demás pinchen el globo y esfuerzo para realizar cada día el trabajo que corresponde.

Cuando logramos conectarnos con la voz interior que nos guía desde nuestro lado luminoso podemos tener la certeza de estar avanzando en la dirección correcta, pero hay que avanzar, no bajar los brazos o sentarse a descansar antes de tiempo.

Quizás perdemos la capacidad de perseverar cuando el plan no nos gusta o los frutos no eran los que queríamos; no importa, se puede volver a sembrar, pero es necesario volver a dejar limpia la tierra y una vez más comenzar.

Comenzar de nuevo, las veces que sea necesario y no abandonar el camino, podemos  trazar nuevas rutas, que equivale a cambiar de semillas.

Perseverar es distinto de volverse obstinado, la obstinación es querer que brote algo que no se ha sembrado. La perseverancia es como un abono que hace que se vuelva más fértil la tierra. 


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